
La Naomi blanca no hablaba, susurraba.
La chica de interminables piernas estaba parada al fondo, en el local de moda, su espalda contra la pared, leves y elegantes movimientos al compás de la música house. Hablaba con un treintañero con ademán casual, pero aproveché un momento de descuido para entablar conversación. Siempre odié las referencias explícitas a mi talla corpórea, y a pesar de eso es mi recurso más recurrente con mujeres especialmente altas. Y ésta no fue una excepción:
- Dime que no llevas tacones y te hago un monumento.
- Sí llevo, diez centímetros - me los enseña-.
- Cómo puedes andar con eso?
- Práctica. Tú tampoco te puedes quejar de altura, no?
- Bueno, pues no.
- De todas formas no es para tanto, mido 1,77 - 1,77!!, my goddess!-, como Naomi Campbell, a ella nadie le dice que es alta.
- Yo se lo diría, pero no tengo el gusto de conocerla, como ves no soy Flavio (Briatore). Te llamas?
- Arancha.
- Qué estudias? Porque tienes edad de estudiar, verdad?
- Publicidad, en Segovia. Tengo 19 ...
En esto (o algunas frases intrascendentes después), el treintañero volvió a la carga, debió pensar que él había visto antes el bollycao. Yo me centré en su amiga, que era más Winona que Naomi, pero esto ya es otra historia...